María Josefa de los Dolores Anastasia de Quiroga y Capopardo, conocida para la historia como Sor Patrocinio la Monja de las Llagas, nació el 27 de abril de 1811 en la finca llamada Venta del Pinar, en el municipio de San Clemente, Cuenca.
Hija de Dolores Capopardo del Castillo, de origen conquense, y de Diego de Quiroga y Valcárcel, noble gallego y caballero palatino de Fernando VII, su vida comenzó entre privilegios. Sin embargo, la muerte temprana de su padre hundió a la familia en la pobreza, marcando desde temprano la cruz de la prueba en su camino espiritual.
Su historia mística y política la convertiría en una de las figuras religiosas más influyentes y controvertidas del siglo XIX español.
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Primeros años de noviciado
Desde pequeña, María Josefa de los Dolores Anastasia mostró una sensibilidad profunda hacia lo sagrado. A los 15 años, en 1826, y con el apoyo de su tía, la marquesa de Santa Coloma, ingresó en el Convento de las Comendadoras de Santiago, en Madrid. Allí comenzó su formación religiosa, pero su camino definitivo lo tomó al profesar en la Orden de las Concepcionistas Franciscanas Descalzas en 1829, con el patrocinio de la duquesa de Benavente.
El lugar donde profesó sería determinante: el histórico convento del Caballero de Gracia, ubicado en el corazón de Madrid. Fue en este convento donde Sor Patrocinio recibió su primera llaga en uno de sus costados, lo que se interpretó como un estigma, señal mística de unión con los dolores de Cristo.
Los primeros signos místicos: las llagas de Sor Patrocinio
El 20 de enero de 1830, concluyó su noviciado y tomó el nombre de Sor Patrocinio de María. Pocos meses después, el 20 de mayo, durante la celebración de la Ascensión del Señor, manifestó llagas en pies, manos, y cabeza, en forma de corona de espinas. A estos signos visibles se sumaron visiones y frecuentes episodios de éxtasis.
El 8 de junio de 1830, en uno de estos éxtasis, relató haber hablado con el Santísimo Cristo de la Palabra, representado en un antiguo y abandona lienzo del convento. Más tarde, el 13 de agosto de 1831, en una experiencia clave, se le apareció la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordia, entregándole una imagen que la acompañaría toda la vida. Este hecho se convirtió en centro de su devoción mariana y de su legado espiritual.
Juicio, persecución y dolor: el caso de las llagas
Su creciente fama despertó tanto fervor como suspicacia. En 1835, se abrió una investigación judicial en su contra para determinar si las llagas de Sor Patrocinio eran milagrosas o producto de un fraude. El proceso fue impulsado por autoridades liberales, con figuras como Salustiano Olózaga, jefe del Partido Progresista y masón, ampliamente conocido por sus enfrentamientos contra la Iglesia.
Bajo presión, Sor Patrocinio relató que un fraile capuchino, Fray Fermín de Alcaraz, le había entregado una reliquia que al aplicarse provocaba heridas como penitencia espiritual. Obligada por obediencia, había guardado silencio.
En noviembre de 1836, el tribunal dictó sentencia: fue acusada de no haber denunciado el supuesto fraude y desterrada a 40 leguas de la Corte, aunque nunca se probó falsedad alguna. Según muchos testigos, las llagas nunca desaparecieron.
Destierro y regreso: bajo el amparo de la reina Isabel II

Tras dos años en el convento de Talavera y otros cinco en Torrelaguna, su situación cambió con la declaración de mayoría de edad de Isabel II en 1843. La joven reina, profundamente impresionada por la vida espiritual de Sor Patrocinio, la llamó a Madrid y la convirtió en su consejera personal. Desde entonces, su figura religiosa se entrelazó con la historia de la monarquía española.
En 1845, al cerrarse el convento del Caballero de Gracia, las religiosas fueron trasladadas al convento de Jesús Nazareno, donde Sor Patrocinio fue nombrada maestra de novicias. Allí inició una de las etapas más fecundas de su vida: la fundación y reforma de conventos, combinada con una intensa vida de oración, penitencia y dirección espiritual.
Abadesa y madre espiritual: Dolores y Patrocinio
El 7 de febrero de 1849, fue elegida Abadesa, cargo que ocuparía durante 42 años hasta su fallecimiento. Desde esta posición, guio a generaciones de religiosas e impulsó más de 18 fundaciones en España y Francia.
Entre los conventos más destacados están el de San Pascual en Aranjuez, uno de los primeros que fundó para la Adoración Perpetua al Santísimo Sacramento, y el del Carmen en Guadalajara en 1867. Pero también se preocupó por abrir escuelas para niñas pobres, convencida de que la educación era esencial para dignificar a las futuras madres cristianas.

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A partir de 1856, desde Torrelaguna, intensificó su obra reformadora, siempre bajo el carisma de la Inmaculada Concepción. La influencia de Sor María Rafaela, una de sus discípulas más cercanas, fue clave en la expansión de estas fundaciones.
Persecución y exilio: entre el rechazo y la fe
No todo fue luz. Su cercanía a la reina, su protagonismo místico y su oposición al liberalismo la convirtieron en diana de ataques. Fue calumniada, víctima de un atentado armado, sin consecuencias físicas, acusada de influir en decisiones políticas y de favorecer la causa carlista.
La Revolución de 1868, que provocó el exilio de Isabel II, destruyó muchas de sus obras y obligó a Sor Patrocinio a exiliarse en Francia. Durante este tiempo, siguió fundando conventos en tierra extranjera, hasta que pudo regresar en 1876, tras la restauración monárquica encabezada por Alfonso XII y su padre, Francisco de Asís.
Muerte y legado
Sor Patrocinio padeció una importante enfermedad que afectó considerablemente sus órganos vitales. Hacia finales de 1890 su situación fue en detrimento. La mañana del 26 de enero de 1891, su médico le advirtió de su gravedad e inminente partida así que, Sor Patrocinio pidió – plenamente consciente y serena – recibir la extremaunción.
Falleció el 27 de enero de 1891, rodeada de sus hermanas concepcionistas. Según los testimonios, sus estigmas permanecían visibles hasta el final. Su vida fue descrita como ejemplo de humildad, obediencia y amor a la cruz.
El legado espiritual de Sor Patrocinio no terminó con su muerte. Pronto se abrió el camino hacia su reconocimiento oficial por parte de la Iglesia. El 19 de julio de 1907 se emitió el decreto dando inicio a su proceso de beatificación y canonización.
Posteriormente, el 18 de junio de 1930, la Iglesia aprobó sus escritos espirituales, considerados valiosos no solo por su contenido doctrinal, sino también por reflejar una profunda vida de oración, penitencia y confianza en la voluntad divina.
Uno de los textos más representativos de su espiritualidad es el “Mes de María perpetuo”, también conocido como el Libro de Oro, escrito durante su destierro en Talavera en 1839, y publicado por primera vez en 1860. Este libro, lleno de amor mariano, fue guía de oración para muchas almas devotas.
Finalmente, el 27 de octubre de 1995, la Congregación para las Causas de los Santos reconoció el valor jurídico del proceso informativo, un paso importante en su camino hacia los altares. Hoy, Sor Patrocinio es recordada como Sierva de Dios, y su causa sigue viva, alimentada por quienes siguen creyendo en el poder de su intercesión y en la luz de su testimonio.
El historiador Javier Paredes ha destacado su figura como una de las más importantes de las vidas españolas del siglo XIX, no solo por su espiritualidad, sino por el impacto de su obra en la educación, la religiosidad popular y la resistencia cristiana ante el liberalismo.
Sor Patrocinio, la Monja de las Llagas, vivió entre el dolor y la gloria, entre el misticismo y la controversia. Su vida sigue siendo testimonio de fidelidad en tiempos difíciles.