Europa, y con ella toda la cristiandad estaba en grave peligro de extinción. No había solución para la amenaza del Islam. Los musulmanes se proponían hacer desaparecer, a punta de espada, el cristianismo. Ya habían tomado Tierra Santa, Constantinopla, Grecia, Albania, África del Norte y España. En estas extensas regiones el cristianismo era perseguido y muchos mártires derramaron su sangre, muchas diócesis desaparecieron completamente.
Después de 700 años, España y Portugal pudieron librarse del dominio musulmán. Esta lucha comenzó con la Batalla de Covadonga, en Asturias y culminó en 1492 con la expulsión de los moros de la península ibérica.
En tiempos del Santo Padre Pio V, tuvo lugar la Batalla de Lepanto. Los musulmanes controlaban el mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los Reyes Católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta del peligro inminente. El Papa parecía no darse cuenta, hasta que el peligro fue real.
El 17 de Septiembre de 1569 pidió que se rezase el Santo Rosario. EL 7 de Octubre de 1571 se encontraron las dos flotas, la cristiana y la musulmana, en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto.
La flota cristiana, comandada por Don Juan de Austria entró en batalla contra un enemigo muy superior en número y en buques de guerra. Se jugaba el destino de la Europa cristiana. Antes del ataque las tropas cristianas rezaron el Santo Rosario con mucha devoción. La Batalla de Lepanto duró hasta altas horas de la madrugada pero al final los cristianos resultaron victoriosos.
Mientras la batalla transcurría, en Roma el papa recitaba el Rosario en su capilla. En eso, el Papa salió de su capilla y, por aparente inspiración, anunció a todos los presentes y con gran calma que la Santísima Virgen le había concedido la victoria a los cristianos.
Finalmente, al cabo de unas semanas, llegó la confirmación oficial de la victoria de las tropas de Don Juan de Austria quien, atribuyó dicha victoria al rezo del Santo Rosario y a la intercesión de la Santísima Virgen María.
Agradecido con nuestra madre, el Papa Pio V instituyó la Fiesta de Nuestra Señora de Las Victorias y agregó a las Letanías de la Santísima Virgen, “Auxilio de los Cristianos”. Más adelante, el Papa Gregorio III cambió el nombre de la fiesta a la de “Nuestra Señora del Rosario”.
Desde entonces todos los Papas han sido grandes devotos del rezo del Rosario y de su propagación.