La única aparición de la Virgen de Pontmain ocurrió el 17 de enero de 1871.
Era el momento más desolador de la guerra franco-prusiana. Ese día en la mañana, los hermanos Eugène y Joseph Barbadette habían estado rezando en la parroquia del pueblo como cada día. El padre Guerín, párroco del pueblo, había pedido a los niños que oraran a la Virgen de Pontmain pidiendo protección.
En la tarde Eugène, el mayor de los hermanos Barbadette, se encontraba ayudando a su padre en el granero de la familia, cuando salió a ver qué tiempo hacía. Mirando al cielo, sobre el techo de la casa de los Guidecoq, sus vecinos, vio la figura de una Hermosa Señora.
La describió vestida de azul oscuro con estrellas doradas, un velo de color negro y una corona de oro con una cinta roja a la mitad. Tenía los brazos extendidos hacia abajo con gesto de protección, como la Virgen de la Medalla Milagrosa, su rostro reflejaba serenidad y compasión.
Eugène la observó un rato detenidamente. Cuando su hermano Joseph y su padre salieron, les preguntó qué veían. Joseph veía exactamente lo mismo que Eugène, pero su padre no.
¡Oh! ¡La hermosa Señora! Qué hermosa es», dijo Joseph
Cuando salió la madre, tampoco vio nada, pero dijo que podría ser la Virgen María y les propuso rezar en su honor.
La señora Barbadette viendo la emoción de los niños fue a pedirle a las hermanas religiosas si podía venir a su casa para ver a la Hermosa Señora que veían sus hijos.
Sor Vitaline acudió al lugar, pero tampoco podía verla. Entonces, regresó a la escuela y trajo consigo a las niñas Françoise Richer, y Jean-Marie Lebosse.
«¡Oh, La bella dama!”, agregó Jean-Marie.
Las dos niñas vieron a Virgen, la describieron tal cual Eugène y Joseph la habían descrito anteriormente.
Un poco más tarde, Sor Marie Edouard al escuchar lo sucedido, busco al padre Guerín y a Eugenio Friteu, otro niño de 6 años, quien también vio a la Virgen de Pontmain.
En aquel momento, había unas 50 personas reunidas en el lugar quienes, aunque permanecieron escépticos, pidieron al padre Guerín rezar en conjunto. Mientras rezaban el Rosario y el Manificat, la visión de los niños cambió. A los pies de la Virgen apareció en el cielo un mensaje en letras doradas que decía:
«Pero rezad, hijos míos. Dios os responderá pronto.»
Además, Agustin Boitin, otro de los niños de dos años presentes en la escena, intentó alcanzar la Virgen diciendo «¡El Jesús! ¡El Jesús!»
Luego del primer mensaje, Sor Marie Edouard animó a todos a cantar las Letanías de la Santísima Virgen de Pontmain. Los niños videntes anunciaron la aparición del siguiente mensaje:
“MI HIJO SE DEJA CONMOVER”
Una vez comunicado el mensaje, el Padre Guerín pidió a los presentes que cantaran un himno de alabanza.
“Madre de la Esperanza, tan dulce nombre, protege nuestro país, ruega por nosotros”, dijo la hermana Edouard.
Al terminar el himno, el mensaje celestial desapareció. En ese momento, los niños exclamaron:
“Miren, está poniéndose triste otra vez”.
Frente a la Virgen apareció un crucifijo de color rojo. Sobre este crucifijo, se podía leer una inscripción en mayúsculas y rojas sobre un fondo blanco que decía: “JESUCRISTO”. La Virgen fijó su mirada en la Cruz, mientras sus labios temblaban visiblemente, reflejando emoción.
Hacia las 20,30h, los fieles comenzaron a entonar el himno “Ave, Maris Stella”. Poco después, el crucifijo desapareció, y la Virgen esbozó una nueva sonrisa. Aparecieron entonces dos pequeñas cruces sobre sus hombros. La Virgen bajó lentamente sus manos, mientras un velo blanco comenzaba a cubrirla, desde los pies hasta la corona.
Finalmente, cerca de las 20:45 de aquella noche, los niños anunciaron con certeza: “Ha terminado” y la Hermosa Señora desapareció.