A las tres de la tarde del 27 de Mayo de 1945, Marcelina Barroso, de diez años transitaba a las afueras de La Codosera Virgen, junto a su prima Agustina González, en dirección al caserío “el Marco” para cumplir un encargo de su madre. Era un radiante domingo de primavera. No habían recorrido más de tres quilómetros cuando al pasar por la zona conocida como de la virgen de Chandavila, Marcelina ve un extraño bulto negro a unos sesenta metros, encima de un castaño pero no hace caso.
Cuando regresaban al pueblo, la pequeña Marcelina vuelve a mirar sobre el mismo castaño, y todavía ve el bulto allí y se acerca para ver que era aquello. Con gran asombro distingue claramente, y con gran nitidez la figura de una hermosa mujer, muy hermosa, cubierto con un manto negro adornado de estrellas centelleantes. Enseguida comprendió que se trataba de Apariciones de la virgen María, vestida de Nuestra Señora de los Dolores. La Señora permanecía elevada hacia la mitad del tronco del castaño, de perfil, mirando hacia el pueblo, con las manos juntas. En su bellísimo rostro se reflejaba una tristeza infinita. Lloraba mucho, quizás por tantos hijos que se estaban perdiendo en aquella gran guerra, anunciada por Ella, proféticamente en Fátima.
Muy asustada, Marcelina vuelve a casa y le cuenta lo sucedido a su madre y ésta le llama mentirosa y le riñe, prohibiéndole volver allí. La familia de Marcelina está pasando dificultades ya que el padre ha muerto en la guerra. Pero su prima también había contado lo ocurrido y la noticia empezó a extenderse como la pólvora.
El día 4 de Junio por la mañana, Marcelina siente una llamada interior y vuelve a Chandavila. Allí estaba la Virgen de los Dolores que le dice: “Hija mía, Yo soy la madre de Dios, la Virgen de los Dolores, vuelve esta tarde, para hacer una penitencia que te diré en presencia de los habitantes de este lugar.
Habiéndose corrido la voz por el pueblo de lo que estaba sucediendo, aquella tarde más de un millar de personas, entre españoles y portugueses se congregaron en el lugar. Estando Marcelina a unos sesenta metros del castaño, ve en el azul del cielo a Nuestra Señora de los Dolores, que poco a poco va descendiendo hasta colocarse delante del árbol, tal como la vio la primera vez. Nuestra Señora de los Dolores invita a la niña a que haga lo que ella le dice: Le pide que vaya hacia Ella de rodillas, más como la niña protesta porque el terreno es muy escarpado y abrupto, La Virgen de los Dolores le dice que no tenga miedo que irá poniendo delante de ella una alfombra de juncos y hierba para que no se haga daño. Entonces la niña, obediente va de rodillas hacia el castaño, abriéndose paso entre los espectadores; su madre, la señora Agustina, al verlo se desmaya.
Cuando está frente al castaño, cae en éxtasis y aparece detrás de él, adornada de lámparas maravillosas, una preciosa iglesia. En su altar ve a la Virgen de los Dolores que le indica que moje sus dedos en la pila del agua bendita y se santigüe. Esto lo ven todas las personas allí congregadas.
La Virgen de los Dolores le pide que allí se construya una Capilla en su honor, tal y como la había visto en la imagen.
Al volver del éxtasis, no solo no tenía ningún rasguño en la rodilla, sino que sus amigos e incluso el mismo párroco de La Codosera Virgen intentaron hacer lo mismo pero les fue imposible. Entonces se dieron cuenta de que la niña de verdad había visto a La Madre de Dios.
Marcelina ingresó en un colegio de religiosas de Villafranca de los Barros (Badajoz) para posteriormente incorporarse como religiosa en la Congregación de Hermanitas de la Cruz, en Sevilla, dedicándose al cuidado de huérfanos, pobres y ancianos. Finalmente entró en un Convento de clausura de Ciudad Real.